MALAGA HOY
Más de 400 docentes se jubilaron el año pasado en Málaga. La mayoría lo hace voluntariamente tras cotizar durante tres décadas
D. J. GENIZ · C. FERNÁNDEZ /MÁLAGA | ACTUALIZADO 08.12.2013 - 09:58
El mismo día que cumplió los 60 años, Francisco Teva García se jubiló. Asegura que lo tenía claro. Llevaba 26 años de director del CEIP Intelhorce y 37 cotizados como maestro. Aunque afirma que “si hubiera tenido que trabajar diez años más lo hubiera hecho con la misma disponibilidad, ganas e ilusión”, también considera que “a los que nos llega la hora debemos irnos”. Él fue uno de los docentes malagueños que el pasado año se acogió a la jubilación voluntaria que ofrece el Estado al colectivo docente si al cumplir los 60 años se llevan 30 cotizados en la Seguridad Social .
Dicha fórmula permite, por un lado, que los profesionales de la enseñanza de más avanzada edad se retiren cobrando una pensión alta y, por otro, renovar la plantilla docente. Hasta hace dos años existía la conocida como jubilación LOE, que incentivaba económicamente a maestros y profesores que dejaban de trabajar en tales condiciones. Pero este programa se acabó –el Gobierno se opuso a prorrogarlo pese a las súplicas sindicales– y sólo queda la opción voluntaria, que garantiza una pensión máxima aunque sin gratificación económica.
Pese a esta eliminación, la mayoría de los que alcanzan los 60 años en el aula y cuentan con tres décadas de cotización deciden abandonar los centros educativos. En la provincia de Málaga, por ejemplo, el año pasado se jubilaron 414 profesores, de los cuales 249 eran maestros de Primaria y 165, profesores de Secundaria y Bachillerato. En toda Andalucía la cifra de jubilados en la educación alcanzó los 1.956, según las cifras ofrecidas por la Junta de Andalucía.
Una reciente encuesta del sindicato CSI-F constata que el 87% de los docentes andaluces se muestra en contra de extender su vida laboral más allá de los 60 años, pese a no contar con el incentivo económico que antes proporcionaba el Gobierno. Uno de los motivos que los participantes del estudio detallan es el temor a que el Ejecutivo, que ya ha ampliado la edad de jubilación a los 67 años, elimine también la prejubilación a los 60 en dicho colectivo.
En Málaga se cumple el porcentaje ofrecido por el sindicato, ya que de los 414 jubilados, 360 lo hicieron a los 60 años de forma voluntaria. Esto supone casi un 87% del total. Precisamente este debate se produce al hilo de la aprobación definitiva de la Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (Lomce) que han de aplicar los docentes que con más de 60 años no se acojan a la jubilación voluntaria. Será la séptima ley vivida por profesores veteranos como Salvador Gil Nieblas. Este catedrático de Lengua Castellana y Literatura ha dirigido durante 22 años el IES Santa Bárbara y para él “en el aula no hay política, ni leyes, sino personas que reciben y dan, que se enriquecen mutuamente”, opina y subraya que “las relaciones que establece el profesor y los alumnos en el aula es lo mejor de este trabajo, y eso no lo puede cambiar nadie”.
A pesar de las grandes satisfacciones que le ha deparado su profesión, para Salvador Gil la jubilación anticipada estaba clara por dos motivos. “Primero por la incertidumbre, no sabes qué te van a deparar los cambios, si luego va a ser peor, y lo segundo para disfrutar de la vida, tener tiempo para la familia, para lo que uno quiere, para disfrutar de las cosas del día a día”, cuenta el profesor. Aunque tenía consolidado el nivel de dirección y con la jubilación pierde dinero, ganar en calidad de vida ha vencido la partida y desde agosto es feliz ocupándose de los suyos y dedicándole atención a las cosas pequeñas, al café tranquilo, la lectura del periódico, la compra en un mercado o el paseo.
Salvador ha cotizado 35 años en una “profesión muy dura”, como afirma. Sin embargo, sostiene que no ha salido “quemado” de ella. “Tienes que tener muchísima vocación, porque hay que estar 20 horas delante de alumnos muy diversos, con aulas masificadas, y eso cansa, el esfuerzo es enorme, pero en mi caso me ha sido siempre muy gratificante”, dice el profesor cuyo nombre lleva la biblioteca de su instituto, el IES Santa Bárbara.
Francisco Teva pensó en el relevo generacional. “Yo no me he ido para ganar más, todo lo contrario. De entrada son 600 euros menos al mes, lo que supone unos 7.200 al año, si a eso le quitas las pagas extraordinarias más los complementos, suponen 12.000 euros al año perdidos “, apunta, sin embargo subraya que “he creído que había llegado la hora”. Para este maestro con sobrada experiencia como director del CEIP Intelhorce “el dinero no lo es todo” y por el momento se plantea un tiempo en el que toca reducir necesidades y dedicar su tiempo “personas muy cercanas a mi a quien no se lo dedicaba”, dice Francisco, que durante décadas ha estado totalmente implicado en la vida del barrio y en las asociaciones vecinales de la zona.
“Ahora llegan otras personas, con otro estilo, y le dan su impronta, su nuevo brío y energía, el resultado puede ser tan bueno o mejor”, comenta Francisco Teva, que sigue estando disponible para echar una mano, “pero ellos mismos consideran que es su turno, han cogido maravillosamente bien el relevo”, añade.
Para Joaquín del Río, maestro del CEIP José Calderón de Campanillas, la decisión no estaba clara. Cuando cumplió los 60 años se jubiló pero por temor a que en el futuro se empeorasen las condiciones de la jubilación. “Los mismos compañeros y los sindicatos me aconsejaron jubilarme y opté por ello. Hay bastante incertidumbre y ya no había gratificación y tampoco se sabe si te tienes que quedar hasta los 67 o si cobrarás finalmente menos cantidad”, apunta Joaquín, que pasó más de tres décadas enseñando a los alumnos de Primaria de este centro de Campanillas. Desde que se jubiló, en diciembre del pasado año y después de cotizar 37 años, su vida es más tranquila, pero no por ello está alejada del colegio José Calderón. “Sigo colaborando con el colegio, estoy ahí para lo que necesiten, para buscar cosas, llevar documentos, realizar salidas al exterior, me ofrezco para lo que haga falta”, sostiene Joaquín, que se reconoce también profesor vocacional y asegura que “quema más la burocracia que la docencia”. “Me ha quedado mucha satisfacción por haber ejercido una profesión tan bonita y con compañeros, padres y alumnos tan fabulosos, todos hemos ido en la misma dirección”, agrega.
Si Joaquín se enfrentó con dudas a su prejubilación, más tuvo Lola García Román. “El cese voluntario de mi actividad laboral principal (orientadora especialista en altas capacidades intelectuales en el Equipo de Orientación Educativa Especializado), fue motivado por el miedo a que las condiciones se endurecieran”, asegura esta docente según estimaron los agentes sindicales con los que consultó y los mensajes lanzados desde el Gobierno en la misma línea, por la que se iban a modificar los Pactos de Toledo. “Esto me llevó a adoptar una decisión personal que no fue deseada, el tiempo dirá si fue acertada o no”, afirma Lola. Pero su jubilación anticipada no ha supuesto inactividad. Siempre ha adorado su trabajo y asegura que “afortunadamente sigo activa como colaboradora en el Departamento de Psicología Evolutiva de la UMA en el desarrollo del Programa Mentorac-UMA” para el alumnado identificado con altas capacidades procedente de 3º y 4º de la ESO, Bachillerato y Ciclos Formativos.
“Las circunstancias que se están viviendo, la crisis, los globos sonda que se lanzaron, se decía que se iba a alargar la edad, te meten el miedo y tomas una decisión precipitada y ahora hay que asumirlo”, reconoce esta docente también vocacional, hija de profesores y vinculada al mundo de la enseñanza durante toda la vida. “Yo ni siquiera con la gratificación me hubiera jubilado, estaba muy a gusto en mi trabajo”, reitera, aunque sabe que su participación aún no ha acabado.
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