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EL FARO DE MOTRIL / PORTUGUILLOS, LOS LAEROS, LOS CÁNDALOS, LAS CASILLAS…, POLOPOS


✍T

PORTUGUILLOS, LOS LAEROS, LOS CÁNDALOS, LAS CASILLAS…, POLOPOS

Valeriano Morales González.

Salgo temprano de Polopos, armado con mis bastones; en la mochila agua, aquarius, barritas energéticas…

Desde la Casa 3, donde estoy alojado, salgo a la calle la Iglesia. Un mulero va subido en uno de sus dos mulos y avanza con el ruido de los cascos sobre el cemento del suelo, va dirección a la Fuente… una imagen salida de otro tiempo, quizá, de los recuerdos. Una visión, entre realismo mágico y fantasía.

Paso por la puerta de la iglesia, cruzo la plaza y, empiezo la carretera a «paso vivo», con la ilusión intacta para recorrer el camino de «la memoria y del olvido». Paso por el cementerio, aquí hay enterrada muchas personas «historia muerta de Polopos», muchos en tierra, los últimos en nichos pintados de cal. Aquí están enterrados mis padres y su hijo, hermano mío, que murió con cuatro años de sarampión. Murió antes de que naciéramos los tres hijos que les quedaron. -Enterrado en la tierra con una cruz pequeña escondida entre la maleza y el olvido del cementerio-.

Hace años, alguien compró las viñas del entorno del cementerio, con la intención de hacer una buena bodega y marcar una (denominación de origen). Construyó una bonita villa con vistas al mar. Años después las viñas se dejaron de labrar y todo quedó guardado en algún cajón. Solo queda la casa con la piscina y, el entorno dejado de la «mano de los dioses».

Vuelvo la vista hacia el cerro del Portichuelo, reflejos dorados del «sol naciente» iluminan la montaña esta mañana.

Sigo por la carretera, llego a la Loma que da vista a Las Casillas y a la Sierra de Lujar. Este era el punto donde hacía más viento y los niños nos dejábamos caer sobre el terraplén del borde de la carretera, hacia delante, para que el aire nos sostuviera. Más arriba , antes de desviarme a la izquierda, había una curva muy cerrada cubierta en los bordes de tierra y roca, que parecía un túnel. Esta tierra la han quitado con máquinas, han dejado una explanada con varios árboles que embellecen y refrescan.

A la izquierda cojo la pista que va hacia la Haza y las Alberquillas. A los pocos metros me desvío hacia la derecha, subiendo, dirección hacia los Laeros, los Chaparrones, Portuguillos… El camino se ha borrado en gran parte del trayecto. Algún trozo queda intacto y me emociono al pisarlo… Voy por intuición y por lo que recuerdo de lo que fue, «descubriendo el camino al andar» y lo vuelvo a trazar… Por aquí la vegetación no ha crecido mucho, se puede andar sin grandes problemas: si eres una cabra montesa o un (cabeza de chorlito como yo). Por aquí crecían las higueras, las viñas, los almendros…

Llego a «Los Laeros». Una alberca de tierra bajo el camino, regaba unos huertos aterrazados, que sujetaban la tierra unos balates de piedra. En lo que queda de la alberca, al lado hay un serbal:, (el fruto se come cuando está completamente maduro. Si está verde es muy amargo, incluso ligeramente tóxico. Sus frutos, las «serbas», se recogen a finales de verano. Se someten a una sobremaduración en paja para poder ser comestibles. Árbol cada vez más escaso, crece en suelo calizo, y resiste la sequía mediterránea).

En Polopos, había pocos y señalados-.

Ya he andado un buen tramo y sin esperarlo me encuentro con el niño que fui, me quiere acompañar hasta Portuguillos y explicarme de «primera mano», aquellas experiencias que me marcaron y me han acompañado en mis siglos de recuerdos y de vida: Este camino lo anduve de niño unas cuantas veces. ¡Es tan especial!, que lo tengo marcado en el mapa de mi memoria con trazos rojos y amarillos.

Al cortijo de los Chaparrones, fui de más pequeño. Acompañando a la hija adolescente de Amadora, que era nuestra vecina. Muchos días le llevaba la comida a su padre, -pastor de ovejas-. y una parte del año, sobre todo, cuando apretaba el calor llevaba las ovejas a Los Chaparrones. Que está a más altura, muy cerca de La Haza del Lino, la temperatura es más fresca y, las hierbas más verdes. El resto del año las guardaba en el corral de Las Casillas.

Algunos días yo la acompañaba, y tengo entrañables recuerdos de entonces, de descubrir hechos y cosas curiosas por primera vez: de ver al lado del camino a la perdiz madre con sus polluelos. De cómo, cuando nos acercábamos a donde estaban los perdigones desaparecían por «arte de magia» y, era imposible saber donde se habían escondido. (Los perdigones, desde pequeños tienen un gran sentido de supervivencia. Su estrategia de camuflaje es la inmovilidad: permanecen inmóviles como si fueran parte de una piedra o la tierra para no ser detectados por los depredadores terrestres). Los buscamos y no fuimos capaces de dar con ninguno.

Al pasar por los Laeros, nos paramos a ver unos «manzanos de árbol» majestuosos, con hermosas manzanas, de mejillas sonrosadas y apetitosas. Bajé del camino y cogí dos manzanas del «árbol del bien y del mal» una para mi compañera, la otra para mí. Pecamos dos veces, contra dios y contra el dueño del huerto. ¡Eran tan sabrosas!, su aroma trascendía los sentidos, su olor, su sabor…lo guardo en el subconsciente, se quedó en el alma de aquel niño para siempre: manzanas del «Paraíso Terrenal». Había otros manzanos de arbustos, poco más de un metro de altos. Se cultivaban en viñas y ribazos, daban unas manzanas muy olorosas y buenas. Se guardaban en paja y duraban varios meses…Estos manzanos arbustivos, han desaparecido del campo. ¿Alguien los recuerda y, si en algún lugar hay?. ¡Estos, eran anteriores a los del Paraíso Terrenal!

Al pasar por el barranquillo, nos mojamos las muñecas de las manos en el chorro del agua y seguimos nuestro camino.
Había majestuosos cerezos y castaños junto al barranco.

Hay recuerdos, que me llenan de ternura y belleza. El camino al cortijo de Portuguillos, pasando por los Cándalos y los Chaparrones. Mi padre me contaba que había habido un batalla o «refriega» entre la partida del guerrillero o maqui «el POLOPERO» con la Guardia Civil en las laderas de los CÁNDALOS…mirábamos sobre la tierra y encontramos un casquillo de bala. Una historia muy desagradable y trágica, con resultado de algún muerto…

Al pasar este verano de 2025 por estas tierras sin camino, he sufrido para seguir hasta Portuguillos. El camino totalmente borrado: terraplenes de piedras, las encinas han alargado sus ramas hacia el suelo y no se puede pasar. Me tuve que desviar «campo através» sobre las aulagas, bolinas, cantuesos…pasando los barranquillos por donde podía. Por aquí, las cabras montesas campan a sus anchas. Pasé por el lado del cortijo de los CHAPARRONES, aquí vivió unos años una hermana de mi padre, antes de irse a Argentina con su familia. Este cortijo se rehabilitó y se plantaron más viñas. Noto al pasar, que se están dejando de cultivar: los «eriales» lo cubrirán todo…

PORTUGUILLOS

Un mundo al que visité de niño, donde el cultivo de la viña era una manera sublime de vivir: la recolección de la uva, las abejas y avispas en el lagar, los mulos resoplando al llegar con los capachos cargados; el pisado, con las agobias en los pies; el «mosto» como sangre derramada…Las tardes, con los trabajadores en la gran terraza: «(gloria del cortijo, con unas hermosas vistas hacia el barranco de Las Casillas y al mar Mediterráneo) se reunían después del duro trabajo del día. El vino que se bebía y, la alegría de hablar de las faenas y, de las mujeres…la planificación, con el encargado, del trabajo del día siguiente. De la acequia, que llevaba el agua a la gran alberca de cemento..

Portuguillos, entonces, era la bodega más grande del entorno, con los toneles que almacenaban más vino, -hasta de 1000 arrobas había uno-. (una arroba de vino equivale a 16 litros aproximadamente) Unas aljibes de cemento de 3 ó 4 mil arrobas de capacidad, donde fermentaba el mosto. En este cortijo trabajaban muchos asalariados del entorno: de Rubite, Polopos, de diferentes núcleos cercanos. Estas tierras y las casas eran de D. José Moreno. Muchas tierras en el término de Polopos eran suyas. En 1972, antes de irme a Barcelona, estuve podando las viñas en Portuguillos. Era el mes de marzo y muchos sarmientos estaban con brotes largos. Ya se notaba el abandono que vendría después-.

El «Señorito» murió soltero, tenía un sobrino que lo heredó todo. Y, fue dejando morir todo el patrimonio que su tío tenía en Polopos, solo se dedicó a los terrenos que estaban cerca de la playa, para enarenados e invernaderos.

Mi padre como albañil fue en diferentes ocasiones a arreglar desperfectos de estas aljibes y casas del cortijo. De niño lo acompañé varias veces; con la ilusión del descubrimiento de mundos superiores, en otras alturas de misterio.

Ahora, lo veo todo caido, los techos en los suelos, la vida humana desaparecida. Veo unas cabras que andan saltando entre los escombros y los aros de hierro de las antiguas cubas del vino. Unas perdices se espantan al verme, menos una, que se queda en el alféizar de lo que fue una ventana.

En vez de volver por el mismo camino a Polopos, sigo adelante hacia la loma que da vistas a las tierras de Rubite. Pasados unos metros me encuentro varios árboles de serbal: majestuosos y sanos, con el fruto casi maduro. Por aquí han crecido muchos pinos y el bosque se ve más animado y verde. Voy bajando por la loma en la separación de los términos de Polopos y de Rubite. Más abajo veo los cortijos Altero y Los Gálvez. Del cortijo Altero, tuvimos un maestro en Polopos, venía cada día a darnos clase montado en una jaca y, los niños lo recibíamos ilusionados a la entrada del pueblo.

Para completar la excursión y llegar a Polopos, pasé por el lado del molino de las Casillas cruzando el barranco y por la pista de tierra hasta volver al punto de partida siete horas más tarde.

«Quiero descubrir los antiguos caminos, aquellos que eran transitados, que te llevaban a los campos sembrados de trigo,cebada, garbanzos, a las viñas verdes, a la recolección de la almendra…Caminos, que sin saberlo te llevaban a la belleza, a un bienestar de siglos, a una Naturaleza que se renovaba cada primavera.

Los hijos de la tierra han desaparecido, han emigrado a otros mundos. La tierra se quedó sola y abandonada. Serenas colinas, hundidas en solitarios recuerdos…y las estrellas, se hacen viejas.

A solas, en misteriosa intimidad con el tiempo inmutable.

«Un día que, mientras lo vivía comprendí que se estaba grabando en la memoria». -Irene Vallejo-

Aunque el viento sopla
en contra,
La poderosa obra continúa.
Y tú puedes aportar una
estrofa».
» Carpe Diem» -Aprovecha el día»
«¡Que pena de los libros que nos llenan las manos
de rosas y estrellas
que se esfuman y pasan»!…
Ver pasar los espectros,
de vidas que se borran.
Ver la vida y la muerte.
La síntesis del mundo,
que es un espacio profundo.
Y la voz que los lee
es el soplo del viento
que los hunde en los pechos.
-Entrañables distancias-
El poeta, es el médium de la naturaleza por medio de palabras. El poeta sabe que los senderos son todos imposibles, y por eso en lo oscuro del bosque va con calma. Van desfilando tristes y eternas caravanas que hirieron al poeta, lloraba en la tarde rodeado y ceñido por sus propios fantasmas y… recuerdos».

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