MALAGA HOY/ ¿A DONDE HAN IDO LOS PAJAROS ?
Muchos andaluces se sorprenden al despertar este agosto: el canto de los pájaros ha desaparecido casi por completo y solo el zumbido de las cigarras rompe el silencio.
En Andalucía, sobre todo en los pueblos pero también en las ciudades, el canto de los pájaros suele marcar el compás de las mañanas y a más de uno incluso le saca de la cama. Este agosto, sin embargo, muchos vecinos se despiertan y descubren un silencio inusual. Ya no se escuchan gorriones, jilgueros ni mirlos.
Solo rompe la quietud el zumbido persistente de las cigarras, desde las primeras luces del alba hasta mucho después del último rayo de Sol. Estos insectos, resistentes al calor, continúan su ritual de verano mientras las aves permanecen escondidas, reduciendo su actividad al mínimo.
A primera vista, podría parecer un capricho del verano, pero detrás de este silencio se esconde una respuesta natural de las aves a semanas de calor extremo.
Silencio entre los árboles
Los pájaros, que antes llenaban plazas, patios y jardines con sus trinos, ahora buscan refugio. Se acurrucan bajo ramas densas, se esconden en rincones frescos y se trasladan a huertos sombreados o parques con vegetación y agua.
No es que hayan desaparecido: se han adaptado. Cantar requiere energía y expone a las aves al calor y a los depredadores.
Las aves aprenden a sobrevivir concentrando su actividad en las horas más frescas, al amanecer y al atardecer, mientras las temperaturas más abrasadoras del día las mantienen quietas y silenciosas.
Las cigarras se han convertido para muchos en el nuevo despertador del verano, mientras en algunos patios privados se esconden gorriones y mirlos, aprovechando cualquier rincón fresco.
Este comportamiento se suma al período de muda que atraviesan muchas especies tras la cría, un momento en el que son aún más discretas y vulnerables.
Un silencio que no es total
Este silencio no es absoluto. Más bien funciona como un termómetro natural: cuanto más calor hace, menos cantan durante el día, y su actividad se concentra en los instantes más soportables. Incluso donde parecen ausentes, las aves están presentes, ajustando horarios, refugios y comportamientos para sobrevivir al estrés ambiental.
Aunque no es un fenómeno alarmante a corto plazo, evidencia los efectos del cambio climático en la fauna local. Las olas de calor prolongadas afectan la alimentación, la reproducción y la supervivencia de las especies mediterráneas y, cada vez más, cambian su comportamiento y distribución para adaptarse a condiciones que antes eran excepcionales.
El canto volverá
Con la llegada de temperaturas más moderadas, el canto de los pájaros regresará a patios, plazas y jardines, devolviendo la vitalidad sonora de estos espacios y retomando su papel como despertador natural.
Muchos recuerdan (recordamos) cómo hace apenas una década los gorriones llenaban los espacios públicos con trinos constantes, en casi cualquier época del año. Hoy, el calor y la adaptación de las aves han transformado esos escenarios en un silencio que, aunque temporal, revela la resistencia de la vida silvestre frente a un clima cada vez más extremo.
Con el crepúsculo, cuando el sol finalmente cede su intensidad, quizá se escuche un primer trino tímido, un recordatorio de que los pájaros no han abandonado su hogar, solo se han resguardado.
Mientras tanto, las cigarras mantienen su concierto implacable, como un telón sonoro que anuncia que la naturaleza nunca descansa del todo.
Cuando el calor ceda y la sombra vuelva a ser una amiga, los pájaros retornarán, llenando de notas y trinos patios, plazas y jardines de ciudades y pueblos andaluces, recordándonos que, incluso en este silencioso verano, la vida sigue ahí y aguarda paciente, lista para volver a cantar.
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